lunes, 1 de febrero de 2016

CELEBRACION DE VIERNES SANTO CON HABICHUELAS CON DULCE Y MACAROS. Rubén Almonte Morrobel

En Martín Alonzo, se celebraba, en mis tiempos de mozo, la festividad religiosa del Viernes Santo, como recuerdo de la crucifixión y muerte de Jesús de Nazaret. Apegados a la fe cristiana, oíamos por la radio, la narración de la Muerte y Pasión de Cristo.

Las habichuelas se cosechaban entre enero y febrero y las gentes se aseguraban de guardar unos cuantos cajones, para el consumo cotidiano de la familia y para preparar las habichuelas con dulce del Viernes Santo. La leche, en casa de Cosme, no se vendía, se le regalaba a los familiares y vecinos para cocinar las habichuelas con dulce.

Sigue siendo una costumbre el consumo de este cereal para esta fecha. En un caldero grande y muchos, hasta en cántaros o latas de aceite de 20 litros, ponían a ablandar las habichuelas y cuando notaban que estaban blanditas, le adicionaban leche de vaca, azúcar prieta, batata, clavo y canela. Una vez preparado el manjar, le agregaban galletitas dulces, pasas y casabe. Unos, la servían con todo y granos; otros, como en el caso de mi madre, Natividad Morrobel, la colaba. Jarros y latas, eran los recipientes que se usaban para servirla y las harturas no se hacían esperar, después de una ¨comida¨ o almuerzo de moro de guandules cosechados en el campo con bacalao o pescado de río y ensalada rusa. No se comía carne de ningún animal.

Habichuelas con dulce

El Viernes Santo, era un día de paz y tranquilidad: el papá de la casa, se levantaba de madrugada, sin hablar ni una palabra y sin hacer ruido, a cortar ramos de naranja, almendro, joboban, penca de palma, guayaba, entre otros, los cuales se colocaban en cruz, en un soberao y se decía que eran benditos. Allí, se secaban y permanecían por un buen tiempo y cuando aparecía algún fenómeno natural que amenazara el campo, como un ciclón, se prendían partes de las ramas secas, provocando una humareda, para alejar el mal que se venia llegar.

En el día de viernes santo, no se trabajaba y se hablaba en voz baja, para ir al río Bajabonico a bañarse tenias que hacerlo¨ mudo¨; o sea, sin decir ni media palabra,  porque¨ el que lo hacia después de hablar se volvía un pez¨ , no se podía hacer el amor porque se quedaban pegados, ni clavar clavos, porque se estaba hiriendo a Cristo, eran de las creencias. Tampoco se podía cortar las matas, porque sangraban la sangre de Cristo y la losa no se fregaba el Viernes Santo, dejándose para hacerlo al otro día, sábado. La radio tenia una programación en base a canciones religiosas y música sacra. 

Penca de palma real

Después de la comilona de habichuelas con dulce, el pretexto para¨ bajarlas¨, eran los mácaros. Celestino, hermano de Cosme, era el organizador y responsable de este especie de carnaval del campo. Vestía a Cuna, familiar nuestro, de  roba la gallina, con una máscara feísima y un nalgatorio hecho de hojas y hebras de plátano secas. Montado en un caballo, recorría comunidades como Tasajera, El Estrello, Ranchito de los Vargas, El Higo y Cerro de Navas. El griterío de los muchachos y de algunos adultos también, escondidos y ¨ muertos de miedo¨, al llegar un mácaro, solía alcanzar casi hasta la histeria. El susto era tal, que se temía que ¨nos llevara el enemigo malo al infierno¨. Ofrezcome!

Mácaro

De otros campos, llegaban mas mácaros y habían personas que se montaban también a caballos y recorrían juntos, cual procesión, varios lugares, asustando gente y bajando las habichuelas con dulce.