martes, 9 de febrero de 2016

AGUA DE TINAJA, UUUMMM QUE FRESCURA! Rubén Almonte Morrobel

Para cuando yo nací, en 1960, en Martín Alonzo, no había luz eléctrica, ni la hubo por otros dieciocho años, cuando salí para la capital. Fue a principios del siglo XXI, cuando llego la luz a Martín Alonzo.

Desde chiquitos, cargábamos el agua que se usaba en la casa de papá y mamá, desde el río bajabonico y de la noria de la Guayabota, en cantaros y en cubos en los que llevábamos la leche a la quesería, montados en burros. Otros tantos, utilizaban calabazos, que eran hechos del fruto del higüero, después de sacarle todas las tripas. Agua para cocinar los alimentos, para fregar los utensilios de cocina, bañarnos, echarle a las matas y flores como las azucenas, las rosas, sangre de Cristo o Cayena, el Jericó, la Juana la blanca y  el romero, que se usaban para hacer teses. El agua para tomar o beber se echaba en tinajas.

Las tinajas se compraban en Luperón, Puerto Plata, Imbert o Santiago. Eran hechas de barro y habían de diferentes tamaños: grandes, medianas y chiquitas.

Parece ser que en España, específicamente en Castilla-La Mancha, la fabricación de tinajas, fue un oficio que durante varios siglos supuso el sustento de muchos artesanos, creando una gran industria alfarera de la cual hoy en día aún quedan vestigios.
Es fácil encontrar en cada localidad manchega, cada casa, cada alojamiento rural, uno de estos símbolos de nuestra historia.

La palabra tinaja procede del latín tinacŭla, de tina.

Una tinaja es un recipiente de barro con forma de vasija de perfil ovalado, boca y pie estrechos y por lo general sin asas. La tinaja grande, también llamada tinajón, más profunda y panzuda, ha sido tradicionalmente utilizada para almacenar vino, y los ejemplares medianos para aceite y granos de cereal. Las más pequeñas pueden estar parcial o totalmente vidriadas y utilizarse para todo tipo de líquidos y semillas, así como en la matanza del cerdo. En España, los principales centros tinajeros de los siglos XIX y XX han sido: Villarrobledo, Colmenar de Oreja y Arroyomolinos de Montánchez, para la producción industrial de grandes ejemplares, y Torrejoncillo, Torre de Santa María, Lorca y Totana en tamaños más modestos. Iconográficamente, las tinajas se consideran símbolo emblemático de La Mancha.



En casa habían dos tinajas de barro: una en un rincón de la cocina para los muchachos y trabajadores del conuco y otra, la más grande, en el comedor, para los padres y las visitas. Una tapa y un jarro se colocaban en la boca, para servir el agua fresca y pura, en cantaras, higueras, jarros y vasos de colores, comprados en el pueblo.


Cada vez que se agotaba el agua de las tinajas, se fregaban con hojas de guayaba y se le ponía nueva agua de noria o de río. Eran las neveras del campo, porque el agua se mantenía bien fresca. Los muchachos, si la queríamos mucho mas fría, nos chupábamos una menta verde o de guardia y vaya usted a saber el friiito que sentíamos.


lunes, 1 de febrero de 2016

CELEBRACION DE VIERNES SANTO CON HABICHUELAS CON DULCE Y MACAROS. Rubén Almonte Morrobel

En Martín Alonzo, se celebraba, en mis tiempos de mozo, la festividad religiosa del Viernes Santo, como recuerdo de la crucifixión y muerte de Jesús de Nazaret. Apegados a la fe cristiana, oíamos por la radio, la narración de la Muerte y Pasión de Cristo.

Las habichuelas se cosechaban entre enero y febrero y las gentes se aseguraban de guardar unos cuantos cajones, para el consumo cotidiano de la familia y para preparar las habichuelas con dulce del Viernes Santo. La leche, en casa de Cosme, no se vendía, se le regalaba a los familiares y vecinos para cocinar las habichuelas con dulce.

Sigue siendo una costumbre el consumo de este cereal para esta fecha. En un caldero grande y muchos, hasta en cántaros o latas de aceite de 20 litros, ponían a ablandar las habichuelas y cuando notaban que estaban blanditas, le adicionaban leche de vaca, azúcar prieta, batata, clavo y canela. Una vez preparado el manjar, le agregaban galletitas dulces, pasas y casabe. Unos, la servían con todo y granos; otros, como en el caso de mi madre, Natividad Morrobel, la colaba. Jarros y latas, eran los recipientes que se usaban para servirla y las harturas no se hacían esperar, después de una ¨comida¨ o almuerzo de moro de guandules cosechados en el campo con bacalao o pescado de río y ensalada rusa. No se comía carne de ningún animal.

Habichuelas con dulce

El Viernes Santo, era un día de paz y tranquilidad: el papá de la casa, se levantaba de madrugada, sin hablar ni una palabra y sin hacer ruido, a cortar ramos de naranja, almendro, joboban, penca de palma, guayaba, entre otros, los cuales se colocaban en cruz, en un soberao y se decía que eran benditos. Allí, se secaban y permanecían por un buen tiempo y cuando aparecía algún fenómeno natural que amenazara el campo, como un ciclón, se prendían partes de las ramas secas, provocando una humareda, para alejar el mal que se venia llegar.

En el día de viernes santo, no se trabajaba y se hablaba en voz baja, para ir al río Bajabonico a bañarse tenias que hacerlo¨ mudo¨; o sea, sin decir ni media palabra,  porque¨ el que lo hacia después de hablar se volvía un pez¨ , no se podía hacer el amor porque se quedaban pegados, ni clavar clavos, porque se estaba hiriendo a Cristo, eran de las creencias. Tampoco se podía cortar las matas, porque sangraban la sangre de Cristo y la losa no se fregaba el Viernes Santo, dejándose para hacerlo al otro día, sábado. La radio tenia una programación en base a canciones religiosas y música sacra. 

Penca de palma real

Después de la comilona de habichuelas con dulce, el pretexto para¨ bajarlas¨, eran los mácaros. Celestino, hermano de Cosme, era el organizador y responsable de este especie de carnaval del campo. Vestía a Cuna, familiar nuestro, de  roba la gallina, con una máscara feísima y un nalgatorio hecho de hojas y hebras de plátano secas. Montado en un caballo, recorría comunidades como Tasajera, El Estrello, Ranchito de los Vargas, El Higo y Cerro de Navas. El griterío de los muchachos y de algunos adultos también, escondidos y ¨ muertos de miedo¨, al llegar un mácaro, solía alcanzar casi hasta la histeria. El susto era tal, que se temía que ¨nos llevara el enemigo malo al infierno¨. Ofrezcome!

Mácaro

De otros campos, llegaban mas mácaros y habían personas que se montaban también a caballos y recorrían juntos, cual procesión, varios lugares, asustando gente y bajando las habichuelas con dulce.